sábado, 30 de junio de 2007

GUERREROS DE PAPEL

Escrito por MRF en La Plata el 10 de enero de 2006

Son soldados de cartón
La mayoría de los argentinos asistimos, en condición de sorprendidos testigos, a la guerra desatada contra la instalación de un par de plantas de producción de pulpa de celulosa en la República Oriental, que ya yerguen sus chimeneas sobre las costas del río Uruguay.
Frente a tal hecho, la actitud de las autoridades, entrerrianas y nacionales, ha conducido la controversia a un punto de incomprensible intransigencia.
La preocupación de los pobladores de Gualeguaychú, sobre la aparición de un gran complejo industrial sobre el paisaje local, es comprensible. Esa presencia podría afectar la industria turística y, desde luego, después de la campaña realizada, sobredimensionando las consecuencias del impacto ambiental, seguramente lo hará. Lo sorprendente es el comportamiento de las autoridades provinciales y nacionales que haciendo gala, aparentemente, de falta de liderazgo y “seguidismo de masas” han llevado el asunto al grado de conflicto internacional.
¿Surge la actitud gubernamental argentina, acaso de una sincera preocupación, casi rousseauniana, por la conservación de la naturaleza?
En nuestro país existen unas 10 plantas de producción de celulosa que vierten sus efluentes al río Paraná provenientes de una producción de no menos de 850.000 toneladas anuales de pulpa de celulosa. Estas empresas: Celulosa Campana y Gral. Bermúdez, Papelera del Plata, Wixel, Campanita, Papel Prensa de San Pedro, Iby en Entre Ríos, Andino sobre Santa Fe, Alto Paraná S.A., Piray y Papel Misionero en Misiones; contaminan el Paraná desde hace años. Celulosa Argentina S.A., en su página web, destaca que desde su fundación en 1929, apuesta al país y su gente. Por aquellos años la preocupación por la contaminación ambiental era un tema desconocido.
La presencia de contaminantes provenientes de la planta de Gral. Bermúdez (compuestos orgánicos clorados) ha sido verificada por Greenpeace, según un informe publicado por la organización. Por otra parte, está universalmente probado que, la vieja tecnología aplicada en las plantas argentinas (esencialmente el proceso de blanqueado con gas cloro), es causante de la generación de organoclorados, entre ellos dioxinas de alto grado de toxicidad. Estos productos son arrojados al río desde, al menos, el año 1929. ¿Cómo es posible, entonces, que nuestro gobierno reclame por la posible contaminación que generarían las plantas sobre el Uruguay y al mismo tiempo admita que una decena de empresas argentinas estén contaminando el Paraná y el Rio de la Plata? ¿Cómo es posible que nuestro gobierno reclame al del Uruguay que no construyan las plantas, porque al hacerlo violaría acuerdos internacionales, cuando aquel, a su vez, incumplió acuerdos de provisión de gas que teníamos con Chile, por razones patrióticas? ¡No son el amor por la naturaleza ni el respeto por los tratados internacionales, las musas inspiradoras del comportamiento de nuestras autoridades!.
La provincia de Entre Ríos tiene en su territorio una planta productora de pasta celulósica (Iby, que produce 18.000 TM anuales) y sobre las costas santafecinas del Paraná, frente a la tierra entrerriana hay otras más. Pero, además, esta provincia es una importante productora de madera, de bosques implantados, que destina el 60% de su producción a la elaboración de celulosa y tableros. La vocación ambientalista de su gobernador puede ponerse en tela de juicio, justificadamente.
Sería comprensible la actitud de los políticos municipales que en forma oportunista y por ignorancia (que se empecinan en no subsanar) se suben a la turbulencia irracional. Pero, no se encuentra justificación para el comportamiento del gobernador y de algunos funcionarios nacionales, especialmente, del Ministerio de Relaciones Exteriores.
¿Cómo entender que propulsores del “industrialismo” de las chimeneas se opongan de tal forma, a que el Uruguay lleve a la práctica una política similar? Es probable, que una buena razón fuese que nuestro gobierno estuviera actuando como defensor de la industria “nacional” para que ésta no tuviese la competencia de 1.500.000 toneladas anuales de celulosa, que doblarían la producción nacional, producida por métodos más modernos, aceptados en muchos países (USA, Australia, Chile, algunos países europeos, etc). Mientras la industria “nacional” tiene patente de corso para contaminar y por lo tanto no perder competitividad. ¿Será esta una política de promoción industrial?

Militantes del subdesarrollo
Esa actitud que se mofa de sus fraternales consignas de “hermandad latinoamericana” o de aquella de “unidos o dominados”; muestra la insondable oquedad del “pensamiento nacional” de izquierda a derecha. El insustancial devenir de nuestra dirigencia política y social y de muchos de nuestros intelectuales que, incapaces de resistir el hedonismo populista, se debaten en periódicas “rabietas” después de cada desilusión. Si a ellos sumamos ciertos grupos “defensores del medio ambiente”, completamos un símil de Armada Brancaleone en la pelea por el desarrollo. En realidad, todos ellos, con su actitud irracional, irreal e irresponsable son una suerte de enemigos del progreso y la modernidad, especie de militantes postmodernos del subdesarrollo.

La industria del XIX se acomoda al XXI
Entre las ramas de la industria, surgidas hace más de 100 años, que hoy son señaladas por su alto potencial contaminante se incluyen: la refinación de petróleo, la fabricación de sustancias químicas industriales básicas, la industria del cuero, la industria básica del acero y el hierro, la industria de los metales no ferrosos, la industria del papel y la industria editorial, imprentas y conexos.
¿Es posible imaginar como sería la vida hoy sin tales industrias? ¡No habríamos superado la edad de piedra! No habría tractores, ni trenes, ni aviones, ni computadoras, ni medias de nylon, ni libros….¡Sin papel, no tendríamos libros! Viviríamos, eternamente, la vida del buen salvaje. Si las elimináramos hoy, en un solo acto, miles de millones morirían de hambre, de frío, por falta de medicamentos, etc. En un último esfuerzo, imaginemos que pasaría si súbita y mágicamente los metales, los plásticos, los químicos y los papeles se esfumaran. ¿Qué harían los 15 millones de habitantes de Bs. As., si sus casas se derrumbaran, desaparecieran colectivos y camiones, se desvanecieran sus ropas de fibras sintéticas, sus libros,…….?
Exigir con soberbia, intolerancia, gritando como niños consentidos, que las plantas de papel del Uruguay no deben construirse, es cuando menos una “soberana” estupidez.
La actitud correcta surgiría si se comprendiera que el desarrollo es un proceso complejo que reclama imaginación, sensatez, audacia y sabiduría para inducir en la industria los cambios necesarios para un manejo sustentable de la empresa y el ambiente.
Si hay industrias de pasta de celulosa es porque la humanidad consume papel, tampones, filtros, pañales, etc. No se puede caer en la hipocresía de acorralar la industria e importar papel de Finlandia (Alemania) o condenar la producción núcleo-eléctrica (Italia) mientras se importa energía de las plantas nucleares francesas. En este campo, las actitudes ultra-verdes, y su repercusión en la prensa, han conducido a un ambiente antinuclear. Esta es una posición francamente nefasta.
El actual precio del petróleo y su desaparición en un futuro no muy lejano, exigen tener fuentes alternativas de energía. El aprovechamiento de la energía solar o la energía eólica no pueden sustituir la energía térmica. Proclamar esas como alternativas posibles es fruto de la ignorancia. En el momento actual la única alternativa viable es la energía nuclear. En lugar de perseguirla hay que fomentar la investigación y desarrollo, la aplicación de las mejores técnicas de producción y del manejo de los residuos. Una actitud similar debería tenerse con la industria del papel.
Esta referencia a la energía atómica es útil para recordarnos que podríamos ser victimas de acusaciones de contaminación radiativa y hasta de ser posibles causantes de un Chernobyl sudamericano. ¡Quid gladio occidit, gladio occisus erit!.

Las plantas de pasta de papel y el ambiente.
El procedimiento más difundido y moderno para la producción de papel es el denominado Kraft. En este proceso hay dos etapas fundamentales a) Obtención de la pasta cruda (color marrón debido a la lignina) de celulosa, a partir de la cual se fabrican papeles resistentes (corrugado, de embalaje, etc.) b) Blanqueado de la pulpa para obtener papeles de impresión (Entre ellos el papel de diario). En ambas etapas se utilizan productos químicos que son potenciales contaminantes del ambiente.
En la etapa de fabricación de la pasta, los chips de madera se cocinan con hidróxido de sodio (NaOH) y sulfuro de sodio (Na2S). Esta etapa es generadora de sustancias volátiles ( forman vapores fácilmente) que contienen azufre [ sulfuro de hidrógeno (H2S) que produce el olor a huevos podridos, y mercaptanos (CH3SH y CH3SCH3)] y que pueden contaminar el aire (malos olores y lluvia ácida producida por el dióxido de azufre (SO2)]. En los modernos molinos Kraft esos vapores y líquidos son recogidos y quemados eliminando todo olor. El NaOH es recuperado durante el proceso.
Los líquidos que se separan de la pasta contienen, además, importante cantidad de compuestos nitrogenados y fosforados (funcionan como los fertilizantes) que al ser arrojados a las aguas producen, en ellas, un descontrolado crecimiento de algas que acarrean una disminución del oxigeno disuelto en el agua (lo cual produce mortandad de peces, etc). Un fenómeno similar ocurre en algunos lugares de la pampa húmeda debido a los fertilzantes que se utilizan en los cultivos de de la región.
Esos residuos se eliminan por tratamiento biológico que reduce su presencia a cantidades aceptables.
En la segunda etapa, durante el proceso de blanqueado, se destruye e elimina la lignina que es el componente que da color al papel. Este proceso se realiza en varias etapas. En las plantas viejas (las argentinas) la oxidación de la lignina (destrucción) se realiza con Cl2 (cloro gaseoso). Durante el proceso se producen átomos de cloro Cl (cloro elemental activo) que producen, con la materia orgánica presente en la pasta, una gran cantidad de compuestos clorados que son muy tóxicos (entre ellos las dioxinas). En los procesos actuales este blanqueador ha sido sustituido por ClO2 . Este, también, es un gas que se produce in situ por reacción de ácido sulfúrico (H2SO4) con clorato de sodio (NaClO3). Tal procedimiento produce una cantidad mucho menor de cloro activo (proceso libre de cloro activo, ECF por su nombre en inglés) y por lo tanto una menor cantidad de organoclorados. Este método de blanqueado es considerado en USA como adecuado para disminuir la cantidad de furanos, dioxinas, etc. en los grandes lagos a niveles no peligrosos. Si la pasta se somete, antes de esta etapa, a un tratamiento de pre-deslignificación con oxígeno, la cantidad de dióxido de cloro necesario en el blanqueado disminuye al punto de que la contaminación por cloro es despreciable.
En Europa (en particular Alemania) se está impulsando el blanqueado usando oxígeno (O2), agua oxigenada (H2O2) y/o ozono (O3). Estos procedimientos hacen que la lignina sea decolorada, pero no destruida. En esas condiciones resulta un papel menos brillante, menos resistente y que se pone amarillo con el tiempo. Además, se presentan otros inconvenientes. El O2 ataca la celulosa disminuyendo el rendimiento, la fabricación de agua oxigenada es costosa, el ozono es corrosivo y poco soluble en agua. Por otra parte la demanda de este tipo de papel es baja. Finalmente, diremos que en el presente aún el 75% del papel producido en Alemania, lo es por el proceso ECF que utiliza dióxido de cloro.
Si las empresas utilizan los procesos descriptos más arriba ( Y según la información brindada por la empresa Botnia sobre sus plantas en Finlandia, lo hacen) nada se puede reprochar al proyecto uruguayo. Sería muy bueno que nuestros gobiernos empezaran a exigir, a las empresas “nacionales” de la industria del papel, el cumplimiento de normas semejantes. Eventualmente, y siguiendo el ejemplo alemán, la conversión podría ser apoyada económicamente por el estado. Sería esta una aceptable política de promoción industrial.
Quizás, aún es posible recuperar aquella Argentina que parece haber visto alguna vez Rubén Darío. Y, en lugar de gritar a nuestros hermanos uruguayos: ¡Cerrad vuestras fábricas!, podríamos gritar al mundo entero con las palabras del poeta:
¡Argentina!¡Argentina
¡Argentina! El sonoro
viento arrebata la gran voz de oro.
Ase la fuerte diestra la bocina,
y el pulmón fuerte, bajo los cristales
del azul, que han vibrado,
lanza el grito: oid mortales,
oíd el grito sagrado.

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