sábado, 30 de junio de 2007

LAS PATAS DE LA MOSCA

Escrito por MRF en La Plata el 1ro de mayo de 2006
“Se habla mucho de este país, se habla demasiado- es este un problema curioso: la desproporción entre lo que aún es la Argentina y el ruido que produce en el mundo-, se habla casi siempre mal.”
José Ortega y Gasset.


Cuentan que en la época de Aristóteles, algunos hombres sabios discutían, con toda seriedad, la cuestión de si la mosca doméstica tenía 6 o 4 patas, en lugar de atrapar la primera mosca que se les pusiera a mano y contarle las patitas. Si aquellos “ideístas” platónicos hubiesen constatado que la mayoría de ellos tenía la idea de una mosca de cuatro patas, habrían declarado que todas las moscas reales eran una reproducción defectuosa de la mosca ideal. [1]
Esta ideología que ha impregnado, y aún lo hace, el pensamiento occidental, aquí, en la Argentina actual, satura los poros del intelecto colectivo. Siempre dispuesta a emerger, como el agua en la arena húmeda, ante el mínimo golpeteo.
La forma en la cual enfrentamos el conflicto de las “papeleras” es un dramático ejemplo de nuestro rechazo a la necedad que implica dedicarse a la investigación de los detalles del mundo exterior. Analizamos el mundo real desde el “ideísmo” de la filosofía adquirida en la humedad del café.
Una somera revisión del panorama mundial nos muestra que no ha habido otra industria que se haya visto afectada, por los movimientos sociales ambientalistas, en tal extensión, en tan corto tiempo y en una amplitud geográfica tan amplia como la de la celulosa y el papel.
Desde la mitad de los 80`s, los productores, alrededor del mundo, han gastado billones de dólares en la adopción de nuevas tecnologías y en el desarrollo de innovaciones locales para cumplir con las crecientes demandas, expectativas y regulaciones ambientales. En consecuencia, esta se ha convertido en una industria ambientalmente amigable [2]. Tal es así, que en países que militan entre los más cuidadosos del ambiente, como Suecia, Finlandia y Canadá, la industria forestal es, hoy, un factor muy decisivo para su sostenido desarrollo.
Este proceso evolutivo nos muestra la importancia que pueden tener los movimientos sociales ambientalistas, quienes en convergencia con los estados y las empresas han logrado este fenomenal resultado: la modernización ecológica de la industria de la celulosa. Por el contrario, las actitudes anti-científicas, anti-modernistas y anti-progresistas, que sostienen algunos grupos eco-integristas, serán de gran daño para la población de los países en desarrollo, si llegaran a tener éxito.
Las plantas que se construyen en Uruguay pertenecen a esa nueva generación. Pensadas y diseñadas siguiendo las exigencias establecidas en el IPPC-BAT producido por la Unión Europea en 2001 y que deberá entrar en plena vigencia en el 2007 [3].
En definitiva, todo aquel que quisiera conocer, honestamente, cuál es la verdad sólo tendría que cazar una mosca y contar sus patas.
Es curioso que siendo un asunto tan simple y poseyendo nuestro país gente tan bien preparada, no haya habido científicos o entidades académicas que dieran un paso al frente para orientar a la sociedad.
En primer lugar el poder administrador no ha requerido tal intervención o ha ignorado la que le fuera ofrecida. En consecuencia, las instituciones de ciencia financiadas por el estado han preferido, finalmente, el silencio debido.
Tal vez, el silencio de la ciencia no sea más que una inevitable consecuencia del silencio general, acentuado por aduladores y difusores de la historia oficial.
¿Cómo es posible que el ejecutivo, súbitamente, sin las imprescindibles consultas técnicas, proclame que el problema es ambiental y que hace falta un estudio de impacto, a realizar nadie sabe por quién?
¿Cómo es posible que el ejecutivo sepulte el MERCOSUR, nos lleve a un estado de preguerra con Uruguay y el Congreso permanezca en silencio?
Hay quienes susurran que el gobierno es populista. ¿No es esta una visión demasiado naif de la realidad?
Si el silencio se extiende sobre la sociedad, si el poder legislativo cede sus potestades, si las decisiones que incumben a todos las toman unos pocos, arrogándose una representatividad que no poseen, no será que hubo “un estilo que la democracia ha quitado a la vida del pueblo” y que “el fascismo se lo devuelve al darle una línea de conducta, esto es, color, fuerza, pintoresquismo, sorpresa y mística, todo aquello que, en fin, cuenta en el alma de la multitud”[4]
En conocimiento de que “la disciplina debe comenzar con los de arriba , si se quiere que la respeten los de abajo”[4] gobernadores e intendentes deberán asistir a un acto contra la contaminación. Se corre el rumor de que muchos llevarán algún souvenir alegórico. Ha trascendido cuáles son los que portarán algunos gobernadores. Parece que el de Buenos Aires, irá con una botellita de agua del subsuelo bonaerense conteniendo nitratos, una inigualable muestra de la Gran Cloaca de Berazategui y, no habiendo podido resistir la tentación, llevará un frasquito con poli-clorados recogidos en la Ensenada de Barragán. Por otra parte, la muestra que llevará el de San Juan contendrá cianuro de una de sus minas de oro y, el de Santa Fé, se lucirá con las buenas dioxinas del Paraná que no matan surubíes ni dorados. En tanto que el de Santa Cruz mostrará orgulloso sus pinguinos empetrolados, También, algún intendente del GBA, junto con el de la Capital, llevarán fotos donde se muestra como los chicos de las villas, de sus distritos, toman agua de las canillas en medio de aguas servidas, donde chapotean las inocentes bacterias del cólera y el tifus. Finalmente, estamos en condiciones de informar que el Gobernador de Entre Rios portará agua con eschierichia coli y metales pesados de las aguas del río Uruguay recogidas frente a Colón y Concordia y Gualeguaychú. ¡Será la fiesta inolvidable!
Pregunta final. ¿Qué pasará si la respuesta de La Haya no fuera la esperada?
BIBLIOGRAFIA
[1] Konrad Lorenz, El Manuscrito de Rusia, Tusquet Editores.
[2] David A.Sonnenfeld, Development and Change Vol.33 (2002), 1-27
[3] European Commission, December 2001.
[4] Benito Mussolini, El Espiritu de la Revolución Fascista. 1941.

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