sábado, 23 de junio de 2007

SIN VERGUENZA Y CON ORGULLO

Esta nota fue escrita por MRF en La Plata el 15 de marzo de 2006
Desde un principio fue posible advertir que el conflicto de las papeleras era un choque de intereses, que del lado argentino tenía como fogoneros a un grupo de empresarios de la industria turística de Gualeguaychú. Al respecto, se puede leer en http://www.noticias.com.ar/ : “Hoy podemos afirmar que otro de los intereses pasa por un emprendimiento turístico manejado por un íntimo amigo del Gobernador.” De hecho, hoy la intransigencia de estos empresarios, exhibe el conflicto de intereses económicos en toda su desnudez.



La construcción de las plantas en la otra orilla alterará el paisaje que los empresarios venden a sus posibles clientes. El amanecer sobre el río ya no será como el que muestra la foto tomada desde el balneario Ñandubaysal (http://www.nandubaysal.com.ar/), se verá corrompido por las chimeneas de la indeseada industrialización.
Es obvio, que no se podría obtener el suficiente apoyo “popular” enarbolando el argumento de la contaminación visual. Para lograrlo era necesario dotar al proyecto industrial de connotaciones apocalípticas. El miedo ha sido siempre un arma eficaz en el control de masas. Y en este caso ha sido utilizado con gran eficiencia.
¿Porqué razón no ha sido posible llegar a un acuerdo? Por la simple razón de que para el grupo de empresarios que encabezan, y financian la protesta, la única solución es que las plantas no se hagan. Esta es una actitud extremista que no trata de conciliar intereses, sino imponer los propios.
Que las plantas de celulosa producirán un daño irreparable a la salud y a la naturaleza es un fraude cada vez más difícil de sostener. Cualquier interesado en conocer, como esta actividad se desarrolla en el mundo, puede hacerlo accediendo a la enorme cantidad de información, confiable y disponible, a través de la internet .
En las fotos que siguen se aprecia la ciudad de Prince George (más de 70 mil habitantes) en la provincia de British Columbia, Canadá, y sus tres pasteras que juntas producen 1 millón de toneladas al año. Industria y turismo conviven en medio del hermoso paisaje que comparten. (http://bccommunities.ca/princegeorge/index.php)

Mientras se violan sistemáticamente las leyes argentinas y se desconoce el derecho internacional, con el consentimiento y/o complicidad de la autoridad, se argumenta que el Uruguay habría violado el tratado del río compartido. Y se convierte este argumento en sustento de la actividad ilegal de cortar los pasos internacionales. Veamos que hay de cierto en todo esto.
El tratado dice que la parte que construyera “obras de entidad suficiente para afectar … la calidad de sus aguas, deberá comunicarlo a la Comisión, la cual determinará sumariamente, y en un plazo máximo de 30 dias”. (Art.7). Por otra parte, el artículo 9 dice: “Si la Parte notificada no opusiere objeciones o no contestare dentro del plazo establecido en el articulo 8 (180 días) la otra Parte podrá realizar o autorizar la realización de la obra proyectada”.
¿Se habrán dado los pasos establecidos en el tratado? Los empresarios piqueteros dicen que no y el informe del GTAN, del 3 de febrero de 2006, los avala. En el inciso 1 afirma: “ Al autorizar unilateralmente las plantas proyectadas, la República Oriental del Uruguay vulneró las obligaciones asumidas en virtud del derecho internacional general y del Estatuto del Río Uruguay de 1975.”
Cuando se lee el punto parece que el asunto estuviera terminado. Uruguay violó el Estatuto y, por lo tanto, nosotros violamos todas las leyes que sea necesario para terminar con la ignominia de la industria.
Sin embargo, sorpresivamente, nos encontramos con la Memoria Anual del Estado de la Nación 2004, que fuera leída, por el ejecutivo, ante el Parlamento argentino en marzo de 2005. En este documento, en la parte correspondiente al Ministerio de Relaciones Exteriores, entre los objetivos respecto de las relaciones con Uruguay, señala: “Avanzar hacia la libre circulación permanente de personas, simplificando gradualmente controles sanitarios y aduaneros, teniendo, como base, el Memorando de Entendimiento sobre la Libre Circulación de Personas, firmado el 30 de noviembre de 2001, en Montevideo.” ¡Política exterior de la Nación que ha sido modificada, de hecho, por la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú!
Cuando el documento aborda los LOGROS de la política de relaciones con Uruguay dice: “ En marzo tuvo lugar, en Montevideo, una reunión entre los Cancilleres Rafael Bielsa y Didier Operti.” Y, más adelante, agrega: “En el mismo mes, ambos países firmaron un acuerdo bilateral, poniendo fin a la controversia por la instalación de una planta de celulosa en Fray Bentos”. “Este acuerdo respeta, por un lado, el carácter nacional uruguayo de la obra, que nunca estuvo puesto en entredicho y, por otro lado, la normativa vigente que regula las aguas del Río Uruguay a través de la CARU.” “Asimismo, supone una metodología de trabajo para las tres etapas de construcción de la obra: el proyecto, la construcción y la operación.”
¿Cómo es, entonces, que el GTAN (argentino) dice, dos años después, lo que dijo? ¡Aquí, una sensación de vergüenza me apretuja el corazón!
Como hemos visto el Estatuto del Río Uruguay habla de la calidad de las aguas, y es sobre este aspecto que nuestro país debería prestar atención y seguramente se podrá acordar un procedimiento para el correspondiente control.
En efecto, en esta etapa del proyecto el Estatuto prevé que si la parte afectada (Argentina) tuviera objeciones tendrá que elevar una comunicación donde “deberá precisar cuáles aspectos de la obra o del programa de operación podrá causar un perjuicio sensible a la calidad de sus aguas, las razones técnicas que permiten llegar a esa conclusión y las modificaciones que sugiera al proyecto o programa de operación.” Cosa que no se ha hecho, ya que el informe del GTAN no es más que un conjunto de objeciones no fundadas. Por último, corresponde destacar que el Estatuto nada dice de posibles o supuestos daños a la atmósfera.
Existen herramientas legales y legítimas en manos del Estado para la solución del conflicto. Pero tal vez, la verdadera solución esté en manos del pueblo entrerriano, especialmente del de Gualeguaychú. Se trata de dar la espalda a quienes nos quieren embarcar en una guerra sin sentido.
Hay que apostar a la convivencia con los vecinos de toda la vida, buscar la conciliación de intereses. Hay que trabajar por la región, donde la industria, que hoy suscita la controversia, contribuya a su desarrollo.
Cuidemos el río, protejamos la flora y la fauna, pero, fundamentalmente, eliminemos la pobreza. Entonces, con la pobreza vencida, la belleza natural será el placer de todos y no de unos pocos.
En fin, tal vez si la mayoría de nosotros comprendiera el valor de la verdad y la justicia, de la libertad y la democracia, del saber y el progreso, del honor y el respeto, sería posible disfrutar del orgullo de ser argentinos.

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